Opinión





Davos y nosotros






“Ustedes cuando aman calculan interés

y cuando se desaman calculan otra vez
nosotros cuando amamos es como renacer
y si nos desamamos no la pasamos bien.” 

Mario Benedetti






Debe usted saber que por estos días se lleva a cabo el Foro Económico Mundial. Conocido también como Foro de Davos.
Muy probablemente usted no pertenezca (porque son ellos muy poquitos) al exclusivo grupo de hombres de Davos que conforman la elite mundial más importante de los negocios globales y se reúnen año tras año en las cumbres suizas, arribando en aviones privados, participando de fiestas de lujo. El sociólogo Samuel Huntington los describe como “el hombre moderno, rico, blanco y joven que controla el mundo.” El semanario The economist, los defiende en los siguientes términos: “tienen grados universitarios, trabajan con palabras y números, hablan algo de inglés y tienen en común creencias como el individualismo, la economía de mercado y la democracia. Controlan muchos de los gobiernos del mundo y el grueso de su capacidad económica y militar”.
No, está claro. Ni usted ni yo pertenecemos a esa elite. Pero es factible suponer que para usted y para muchos otros, y muchas otras, allí están los ganadores del sistema mundial. Tal vez sea su ideal de progreso y ascenso social. Su modelo a seguir y admirar. Es fácil imaginar de rodillas a muchos gobernantes ante el hombre de Davos. Porque es el modelo impuesto de todo lo que está bien y es deseable.
Permítame conjeturar que esto se debe, en gran medida, a la televisión, a los diarios y a los medios de comunicación en general.
La verdad es que si usted tiene entre 30 y 55 años, su piel es blanca, de tendencia heterosexual, posee algunas propiedades, es católico (o cristiano al menos) y goza en general de un pasar sin preocupaciones económicas, es muy probable que no le incomode ni sienta preocupación al momento de sentarse a ver televisión, cine o escuchar la radio. En verdad, puede ir tranquilo. No encontrará en la programación ningún ataque, ninguna discriminación hacia su persona, nada de difamaciones gratuitas, ningún comentario estigmatizante, ningún prejuicio moral, racial, social ni religioso. Digamos que solo debería temerle al tedio que muchas veces encuentra moderado alivio en el zapping.
Pero si por el contrario (¡qué mala suerte!), usted no hace gala de las virtudes detalladas más arriba, si usted es mujer; niño o niña, joven, trabajador/a manual o intelectual asalariado/a; homosexual, si por esas cosas de la impiadosa genética su piel es morena u oscura; si sus creencias musulmanas, judías, indigenistas o ¡quién sabe cuál!; entonces… debería usted estar alerta.
Podría usted siendo mujer, pensar que se encuentra predestinada a buscar satisfacción y goce en limpiadores, jabones, laxantes o dedicándose de manera exclusiva y a tiempo completo al cuidado de sus niños y niñas. Si sos un pibe o piba, tenés que saber que hay informativos que solo hablarán de vos cuando estés involucrado en un delito penal. También van a querer venderte de todo y convencerte de que no existís si no comprás. Podés esperar que se burlen de vos si sentías amor por alguien de tu mismo sexo. Si estás desocupado/a o el salario no te alcanza y decidiste salir a la calle a luchar junto a otros/as, te vas a ver en la pantalla como un trastorno para el tránsito. Para quienes pertenecen a los pueblos originarios de esta tierra, documentales y no más. Nada de tus sueños, esperanzas, alegrías o tus dolores.
Casi no hace falta aclara que es lógico que la tele represente a los poderosos, sus intereses y su ideología. Si los grandes grupos mediáticos pertenecen a corporaciones y monopolios multinacionales, y estos últimos al hombre de Davos, es este el sujeto exitoso y todos los demás, basura.
Tampoco hace falta aclarar, sin embargo y por las dudas lo hago, que estoy simplificando una realidad mucho más compleja. Hay una lucha cultural en los medios y son diversas, atrevidas y hasta heroicas importantes producciones que tensionan los modelos impuestos.
Pretendo únicamente señalar la contradicción principal. Frente a los ideales y modelos que ofrecen las pantallas, la inmensa mayoría, somos perdedores/as. Lusers (¡!).Interesante vocablo que combina las palabras en inglés: loser (perdedor, fracasado), con user (usuario).

Remodelar o cambiar

2500 se reúnen en Davos. El 85 % son varones de mediana edad. El 70 % de origen norteamericano o europeo. Por sector, en primer lugar asisten 288 representantes de gobiernos, 230 de bancos y entidades financieras, y en tercer puesto con 225 participantes los medios de comunicación. Dato de color: asisten 8 representantes del arte y la cultura.
Esta 44 edición de la “más importante reunión de líderes mundiales”, según El País de España, fue convocada bajo un título: “Remodelar el mundo: Consecuencias para la sociedad, la política y los negocios.”
Si es cierto aquello de que nominar es dominar, encontramos en esta sola consigna las señales fundamentales de lo que pretenden estos señores. Remodelar no es cambiar. Remodelar suena a decoración de interiores, quitar el empapelado viejo y reemplazarlo por otro, repintar. Que la estructura quede intacta y solo reciba las modificaciones necesarias para que siga funcionando un mundo en el que el 1 % de la población acumula el 80 % de las riquezas. No, remodelar no es cambiar. Y luego avisan… consecuencias para la sociedad, la política y los negocios. Vale decir, sepan todos y todas que nosotros remodelamos el mundo pero las secuelas son para todos ustedes, pedestres ciudadanos/as del planeta.
Los gobiernos latinoamericanos de los últimos 5 lustros (en Argentina la reciente Década Ganada), viene a cambiar y no a remodelar. Democratizar, ampliar derechos, distribuir las riquezas sociales producidas socialmente y codiciadas por las corporaciones.
La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual Argentina, por concebir a la comunicación como un derecho humano inalienable, fundamental para el desarrollo sociocultural y una actividad de interés público, representa un paso importantísimo en esta lucha cultural y simbólica pero con consecuencias económicas y concretas. Por eso es un verdadero cambio. Porque existe una ruptura con el modelo impuesto anterior, colonialista y eurocénctrico.
Un pueblo que se siente perdedor, nunca se pone de pié.
La nueva comunicación que hay que construir incluye a todos y todas. Incluye también a quienes hoy representan esos modelos de supuesto éxito que dejan afuera a la mayoría. Los incluye siempre y cuando entiendan que son una expresión más, que no pueden seguir mandando solos, que los/as demás merecen respeto y consideración, que los medios son vehículos de un bien común porque allí se despliega también nuestra cultura. Y los incluye sobre todo, en la medida en que se reconozcan parte de un nosotros plural, diverso, multicolor y siempre a favor de los valores democráticos. Los hombres de Davos, y quienes creen pertenecer a ese modelo, tienen que comprender que no pueden continuar ostentando privilegios que oprimen los anhelos de la ciudadanía. No es tolerable en una democracia que el dueño de un negocio en los medios se considere por encima de un “cargo menor” como ser presidente. Eso demuestra la vocación por dominar extorsionando a los gobiernos desde las sombras, “detrás del trono”.
Alguien está dispuesto a resignar privilegios solo si reconoce que, en realidad, gana algo en ese movimiento. Lo que deberían reconocer es que en la opresión, se disminuye la humanidad del oprimido pero también del opresor. Que un mundo exhausto de injusticia y corrupción necesita que nos miremos a los ojos y encontremos solidaridad, comprensión y respeto mutuo. Un cálculo racional posible es también el que señala que en un mundo de mayorías de perdedores y perdedoras es un mundo más violento y eso no le conviene a nadie. Este razonamiento diría: Hagamos un mundo para todos y todas o a la larga la violencia misma atenta contra mis intereses.
Es evidente que nada de esto ocurre. Los privilegiados no ceden graciosamente sus prerrogativas. Es por ello que fue y es necesaria la lucha del pueblo y la decisión firme de un gobierno para poner límites a esos intereses concentrados y comenzar a generar los espacios de la nueva comunicación popular.
La democratización de la palabra es la democratización de la gestión, la administración y la producción de los medios de comunicación. Luego de décadas de dominio del interés privado y las tendencias monopólicas, estamos comenzando a transitar, no los primeros, pero si los pasos más trascendentes por su extensión y nivel de debate público hacia una comunicación popular realizada desde nuestra identidad que se verá a su vez sumamente enriquecida por este proceso de cambios y transformaciones que es necesario cuidar y consolidar con participación y protagonismo social.
Por estos mismos días, mientras en Davos las corporaciones intentar remodelar la vida de todos/as para alimentar el dominio mundial que ostentan, en la Argentina, el gobierno popular impone los límites y las obligaciones que se establecen en nuestras propias leyes sancionadas en democracia al principal grupo mediático del país. La Presidente Cristina Fernández de Kirchner, le explica a Magneto que ya no puede hacer lo que se le antoje. Nosotros, le avisamos, estamos con Cristina.

Martín Costa

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